Una espiritualidad contemplativo-activa, plenamente apostólico misionera.
Al caracterizar nuestra espiritualidad como contemplativo-activa, queremos expresar que en ella se arraiga profundamente la experiencia personal del amor de Dios que nos lleva a amar como Él nos ha amado.
Procuramos como alimento de nuestra vida espiritual el diálogo familiar e íntimo con nuestro Dios. Por este medio asimilamos el amor manifestado en Cristo y su llamada, que experimentada personalmente, genera un estilo de vida según las bienaventuranzas, con un amor solidario y un corazón misionero. Ese diálogo afectuoso enciende la urgencia misionera, el deseo de que todos lo conozcan y experimenten el tesoro de su amor.
Por ello también reconocemos nuestra espiritualidad como plenamente apostólico-misionera. Queremos vivir una relación personal con Dios en Cristo, que no está solo en función de nuestra santificación personal o de nuestra felicidad, sino también en función de la vida de muchos hermanos y hermanas. Nuestra espiritualidad nos sitúa al servicio de la Iglesia de Cristo y de toda la humanidad; así, en nuestra oración están presentes las realidades del mundo, las inquietudes de nuestros hermanos y hermanas, sus dudas e interrogantes, para ofrecer una respuesta y para recorrer el camino juntos de manera que conozcamos más a Cristo y experimentemos su amor con mayor profundidad.
Centrada en la Palabra de Dios.
Conscientes de que la fe viene por la predicación de la Palabra de Dios (cf. Romanos 10,17), y porque no queremos alimentar nuestra vida de fe y de piedad con cualquier idea o doctrina sino con el alimento sólido y seguro de la Palabra de Dios, centramos toda nuestra vida y nuestra oración en la Palabra de Dios.
En ella reconocemos que Dios nos habla, pues creemos que a Dios oramos cuando nos dirigimos a Él, y que a Dios escuchamos cuando leemos y meditamos su Palabra (cf. DV 25). En la Palabra de Dios reconocemos su rostro y experimentamos la dulzura de su voz; ella es nuestra alegría y gozo (cf. Jeremías 15,16), pues ella nos revela los tesoros de la Vida y Amor de Dios.
Para seguir a Cristo, Palabra Viva.
Desde nuestra espiritualidad entendemos la oración como un diálogo íntimo con la Palabra. La oración es sin duda el mejor medio para unirnos a Cristo, Palabra viva.
La Palabra de Dios nos remite a Cristo, manifestación del amor del Padre a todos los hombres. La Palabra, al ser escuchada, asimilada, vivida y transmitida, nos va conformando con Cristo, enviado del Padre a anunciar el Reino a todos los hombres. Este dinamismo de la Palabra característico de Verbum Dei, es mucho más que una simple metodología, es una hermenéutica de vida, una forma de ser y de vivir, que se traduce en un proceso pedagógico de humilde conversión diaria, para que paso a paso y desde nuestras vidas concretas nos vayamos conformando con Cristo. De esta manera, nuestra vida irá asimilando la Vida de Jesús, según el espíritu de las bienaventuranzas y de los consejos evangélicos. Un estilo de vida sencillo, en pureza de corazón, en ardiente y humilde búsqueda de la voluntad de Dios y obediencia al Espíritu Santo.
Nuestra vida centrada en Cristo irá aprendiendo la espiritualidad fundamental de Jesús en su actitud orante: un adorador del Padre y, desde el Padre, una donación y entrega a favor de toda la humanidad. Como Jesús y con Él, abiertos al dinamismo del Espíritu Santo, nos sentimos enviados en su misma misión de anunciar el Reino de Dios.
En su misión de formar discípulos-apóstoles y comunidades evangelizadoras.
El lema de los primeros discípulos de Jesús: «Nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la Palabra» (Hechos 6,4), y el espíritu de la primera comunidad cristiana, son para nosotros, fuente de inspiración y criterio de discernimiento de nuestra vida y de la manera específica de vivir nuestra misión.
Como seguidores de Jesús, aprendemos y orientamos nuestra misión, con los mismos medios y por los mismos caminos que Él. Nuestra finalidad, como la de Jesús, es la vivencia y propagación del Reino de Dios a través de la oración, el testimonio de vida y el ministerio de la Palabra, formando apóstoles de Cristo y generando comunidades evangelizadoras.