Breve noticia sobre la participación de Luisa Mesina, filipina misionera, en CAM 6 en Puerto Rico
Fue un gran regalo para mí ser invitada a dar un testimonio misionero en el Congreso Americano Misionero 6 (CAM6) los días 19-24 de noviembre, en Puerto Rico, con más de 1300 participantes de 27 países de toda América, incluyendo Italia.
Este Congreso Americano Misionero impulsó con nuevo ardor la misión ad gentes de la Iglesia, ¡que es tarea de todos! ¡¡¡La salida misionera es el paradigma de toda la obra de la Iglesia!!! (cf. EG 15).
“Mira cómo se aman, mira cómo caminan, América, con la fuerza del Espíritu, testigos de Cristo hasta los confines de la tierra”, es el coro del lema del CAM 6 que cantamos a pleno pulmón y resume todo el espíritu que vivimos con tanta fuerza y vida.
Además de dar un testimonio misionero, participé en una tertulia, una mesa redonda junto a otros misioneros, en tres tardes, cada tarde con un enfoque diferente: discernimiento, formación y proyectos en la Iglesias particulares.
Aquí esta la copia de mi testimonio misionero:
Testimonio misionero de Maria Luisa J. Mesina en Congreso Americano Misionero 6 (CAM 6) en Puerto Rico (19-24 de noviembre de 2024)
TESTIGO DE CRISTO
Me llamo Luisa Mesina. Soy misionera de la Fraternidad Misionera Verbum Dei. Llevo 39 años de misionera. Dios me ha regalado esta vocación tan preciosa de “estar con Él y ser enviada por Él para predicar el Evangelio” (Marcos 3:14). He sido enviada a varios lugares de Filipinas, España, México, Roma y ahora aquí, en Puerto Rico.
Agradezco a Dios el poder participar en este Congreso Americano Misionero 6. Es un gran regalo compartir mi experiencia misionera.
Soy de Filipinas. Es el tercer país en el mundo donde hay más católicos, tras Brasil y México.
Ser misionero es una llamada a ser un testigo vivo, a ser testigo para que a través de tu persona, de tu testimonio de vida, de tu calidad de relación y de tu compasión por los demás, se de un anuncio vivo del Evangelio.
Me acuerdo de mi experiencia de haber hecho varias visitas pastorales a un barrio cerca de nuestro Centro de evangelización en Tagaytay; era un barrio con muchas familias pobres, les visitaba y compartía con estas familias. Una vez, sentada con una madre con muchos hijos, me preguntó: “¿Por qué estás aquí, tú, tan educada? Tú no eres de aquí, puedes vivir con más. Somos muy pobres, ¿por qué te interesamos? Mira cómo estamos, no tenemos nada que ofrecerte, siempre nos traes algo, y nosotros nada.” A través de esa pregunta, percibí que ella me pedía la razón y el motivo de mi cercanía, de mi amor y compasión. Era una puerta abierta para mí para poder compartir con profundidad que Jesús, nuestro Señor, los amaba y me enseñaba a amarlos. Ella escuchó profundamente mi compartir. Me dijo: “Soy católica, pero es solo un nombre, háblame más de Jesús”.
Ser testigo de Cristo es anunciar a los demás, con la vida y con gestos de amor: ¡Tu vida vale mucho! ¡Tu vida es buscada y amada por Cristo!
Filipinas es un país muy vulnerable a los tifones (a huracanes o ciclones). Tuvimos un huracán que arrasó todo un pueblo… Fue uno de los ciclones tropicales más intensos del 2013, el más mortífero en la historia de Filipinas, matando aproximadamente a 6300 personas. Mi comunidad en Manila hizo una recaudación nacional e internacional y luego fui con un laico y 2 misioneras para repartir lo que habíamos recaudado. Además, organizamos un acompañamiento pastoral a las familias. En esa experiencia muchos nos preguntaron: “¿Dónde está Dios? ¿Dios está enfadado con nosotros porque dejó arrasar todo este pueblo?”
El saber que siempre han existido huracanes y ciclones o que la culpa es del ser humano a causa del calentamiento global, no detiene el lamento y la queja: “Dios, ¿por qué tienen que sufrir y morir los hombres? ¿Por qué Dios ha dejado que el huracán se llevara a mi esposo, a mi hijo, y ha destruido todas nuestras propiedades?”
¿Nos cabe entonces reconocer que efectivamente como el profeta Elías: “Dios no estaba en el huracán, y que tras el huracán vino un terremoto, pero Dios no estaba en el terremoto, después del terremoto vino fuego, Dios no estaba en el fuego y después del fuego, vino un susurro de una brisa suave, y allí Elías experimentó a Dios” (cf. 1 Reyes 19:11-12)?
Era como la pregunta de una niña filipina de 12 años que preguntó al Papa Francisco en su visita a Filipinas en el año 2015:
“Hay muchos niños abandonados por sus propios padres, muchas víctimas de muchas cosas terribles como las drogas o la prostitución. ¿Por qué Dios permite estas cosas, porque no es culpa de los niños? ¿Por qué tan poca gente nos viene a ayudar?”, preguntó la niña entre lágrimas con mucho dolor en su corazón, y le seguían saliendo tantas lágrimas. El Papa estaba conmovido y dijo: “Ella hoy ha hecho la única pregunta que no tiene respuesta. Y como no le alcanzaron las palabras, tuvo que decirlas con lágrimas”.
A veces ante tantas situaciones tan fuertes de nuestros hermanos, el llorar con ellos por el dolor que sufren, el estar con ellos en esos momentos de pérdidas, el ser hermana que les abraza y consuela… esto es anuncio vivo del Evangelio.
Regresando a este lugar devastado por el ciclón, ellos entendieron a través de la Palabra de Dios que Dios no estaba en el huracán, en el fuego o en el terremoto, sino que estaba en el susurro de la brisa suave.
Uno de ellos me dijo: “Tu presencia entre nosotros es como el susurro de una brisa suave, la presencia de Dios entre nosotros.”
Ser misionero es ir donde están nuestros hermanos que buscan el rostro verdadero de Dios. Dios es Amor (1 Juan 4:8), nunca nos abandona, nunca nos defrauda, no quiere el mal para nosotros, sino que es muy bueno y nos ama mucho. Nos da su Hijo único: “Porque tanto amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16). Y allí entendí que en este mundo de hoy y a estos hermanos, Dios me entrega a mí como su misionera, para ser presencia de Jesús entre ellos, para hacer visible su compasión y amor.
Qué gozo tan profundo me da el escuchar de los demás cuando me dicen: “Gracias, te has entregado por nosotros”. Qué profundo es escucharlo también de Dios: “Gracias, Luisa, te has entregado a ellos por mí.”
Es mi experiencia fundamental de Cristo: “Él me amó y se entregó por mí” (Gálatas 2,20). De hecho solo por El, con El y en El se puede entregar la vida a los demás gratuita y generosamente, con el motivo de hacer visible el Amor de Cristo.
El Papa Francisco en el número 264 del Evangelii Gaudium dice: “La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, esa experiencia de ser salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más.”
Este es el Reino de Dios, rompiendo las barreras, los miedos y prejuicios, es acercarse y abrazar las situaciones de los hermanos y ser hermanos, movido por el amor de Cristo.
Este fue uno de los testimonios atractivos de las misioneras que conocí cuando tenía 18 años. Ellas, siendo misioneras de países de Europa, eran hermanas de todos: pobres, ricos, niños, jóvenes y adultos, y hablaban con mucha familiaridad sobre su encuentro con Jesús. Veía que Jesús era su vida y su razón de ser y hacer.
Percibí mi llamada a través de su testimonio tan atractivo. Fue mi conversión radical: Jesús abrió mi corazón y me hizo hermana de todos.
La misión ensanchó mi corazón: me hizo hermana de los demás, amándolos. Y para mí, ¡el mejor amor que pueda expresar es dar a conocer el amor tan grande e incondicional de Cristo para cada uno!
A través de mi involucración en las vidas de muchas personas: filipinos, mexicanos, españoles e italianos, he visto la fuerza transformadora que tiene el encuentro vivo con Jesús:
- En matrimonios que no se entienden en su relación, que casi se separaban,
- En jóvenes tristes y que sienten que nadie se preocupa por ellos, y sufren de baja autoestima y falta de sentido y horizonte,
- En trabajadores súper agobiados por tantas demandas en el trabajo y con sus preocupaciones económicas,
- En señoras y señores que son pudientes y que han sido injustos con los demás,
- En personas indiferentes a las realidades que les rodean.
En todos ellos, el encuentro vivo con la persona de Cristo les ha transformado y ahora son también testigos de Cristo.
Algunos, como yo, lo han dejado todo para seguir a Cristo radicalmente.
Mi misión es acompañar a la gente en el conocimiento de Cristo a través de la oración con la Palabra, anunciando la Palabra y viviendo el Evangelio, para que ellos lo pueden hacer también con los demás.
Que belleza es vivir la vida así.
¡La vida se nos da y la merecemos dándola! (R. Tagore)
Por:
María Luisa J. Mesina, Fraternidad Misionera Verbum Dei
19-24 de noviembre de 2024
Puerto Rico