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noviembre 2022

Adviento 2022 Especial del Mes

ACTUALIZADO!! 18 DIC 2022
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– Cuarto Domingo de Adviento – 
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Primera Semana de Adviento

Estén preparados… ¡Ven, Señor Jesús!

¡Saludos a todos! Y ¡feliz inicio de Adviento! La Iglesia y junto con ella nosotros, nos disponemos a vivir este tiempo de Adviento como una preparación antes de celebrar la Navidad. Y nos disponemos a vivir este tiempo con un corazón abierto para acoger al Señor que viene.

Celebramos este nuevo tiempo en medio de situaciones que hacen que brote de nuestro corazón el deseo de justicia y de paz: la guerra en Ucrania, el clima de violencia e inseguridad que se siente en tantos países, la pobreza, la migración, etc. Tenemos “hambre y sed de justicia  y de paz”. Lo que hace brotar del corazón esta llamada: “¡Ven, señor Jesús!”

El Señor que escucha el clamor de su pueblo, quiere venir a nuestro corazón, viene como mensajero de la paz para mostrarnos sus caminos.

En el evangelio de hoy, Jesús nos exhorta a estar preparados para su venida: “Estén preparados, porque el Hijo del Hombre llegará cuando menos lo esperen” Mt24, 44. Estar despiertos, estar en vela, estar atentos a los signos de Dios que nos hablan de su presencia en medio de nosotros. Estar despiertos no es tener los ojos materialmente abiertos, sino el corazón abierto para acoger esa presencia de Dios que se manifiesta de distintas maneras: a través de su Palabra, en los acontecimientos de la vida, a través de las personas.

¿Cuál es el sueño del que debemos despertar, del que necesita despertar nuestro mundo? El sueño de la indiferencia, del pensar sólo en mí, la incapacidad de establecer relaciones profundas y verdaderamente humanas donde se valore al otro por lo que es y no solo de manera funcional. La espera entonces se traduce en vigilancia: estar atento al hermano que tiene dificultades, de aprender a descubrir la acción de Dios en la propia historia y maravillarnos por ello, dejarnos sorprender por su manera de actuar, muchas veces en lo escondido, en lo secreto.

Nos dice San Pablo en la carta a los Romanos 13,11: “Reconozcan el momento en que vivimos, que ya es hora de despertar del sueño: ahora la salvación está más cerca que cuando abrazamos la fe” Tiempo de Adviento es para despertar a esta realidad que nos envuelve y que es más cierta que todas las evidencias que nos rodean, y, como el salmista podamos vivir esa alegría que viene de estar en la presencia del Señor: “me alegré con quienes me dijeron: ¡Iremos a la casa del Señor!…Pidan la paz para Jerusalén, vivan tranquilos los que te aman, haya paz en tus murallas, tranquilidad en tus palacios” Salmo 121, 1-4

Es Dios que en este tiempo de Adviento nos sale al encuentro para ser él nuestra paz. Que vivamos este tiempo de transformación interior y de renovación de nuestra fe y nuestra esperanza.

Por: Mónica Narváez, FMVD Quito-Ecuador

Segunda Semana de Adviento

Segunda Semana de Adviento

Nos encontramos en el segundo domingo de Adviento. En este día podemos adentrarnos a lo que el profeta Isaías, en la primera lectura, dibuja. Un ambiente ideal, incluso antinatural, donde: Habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos: un muchacho pequeño los pastorea. La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león comerá paja con el buey. El niño jugará en la hura del áspid, la criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente” (Is 10,1-10). Los verbos aluden a una “sana”, “cercana”, “confiable”, “tranquila” … convivencia entre animales salvajes, sea carnívoros o herbívoros que conviven juntos sin problemas. Resalta una única figura humana, un niño. No es un hombre o un anciano, sino un niño que no tiene experiencia, ni fuerza para manejar a esos animales salvajes como una pantera, un león o un oso, ni siquiera podría con un novillo o un cordero, menos con una serpiente, pero ¿por qué presenta un niño? Entiendo que no hay necesidad de supervivencia ante tal escenario, no existe amenaza de peligro o daño alguno. ¿Se imaginan, vivir ese escenario, donde no hay necesidad de cuidarse por los peligros o temer los daños? Un ambiente de paz, de concordia, de unión en la diferencia.

Este ambiente es gracias a ese niño nacido del “tronco que Jesé” que ha brotado “desde la raíz”. (Recordamos que ese árbol de Jesé, es la figura del padre de David, antiguo rey de Israel quien es un personaje importante, pues a él es quien Dios promete un descendiente que será rey por siempre). Ese niño, que no es un hombre o un anciano es capaz de generar ese ambiente de concordia gracias a que está cargado de “el espíritu del Señor” que contiene los dones, que nosotros conocemos como dones del Espíritu Santo, posee “espíritu de prudencia y sabiduría, espíritu de consejo y valentía, espíritu de ciencia y temor del Señor. Le inspirará el temor del Señor”.

Para nosotros es el mismo Jesús, el cual tiene en él el espíritu de Dios, pues es Dios mismo. Él es ese eslabón que une humanidad y divinidad, siendo las dos a la vez. Parece un poco absurdo esperar que un niño pueda manejar ese ambiente de peligro, y es así como Dios nos muestra que en la sencillez Dios llena de su gracia y colma como las aguas colman el mar.

Queremos que llegue, que nazca, que habite, en nuestra vida y en todos nuestros ambientes. Él es “bendición para todos” (Sal 71). Deseamos que nuestros ambientes su espíritu permee y haya paz, concordia, unidad y no violencia, ni daño o discordia. Queremos a ese niño inocente que sea el baluarte donde nos reunamos todos los pueblos, hombre y mujeres de toda lengua y nación.

Miremos a Jesús como nos invita Juan Bautista en el Evangelio, (Mt 3,1-12) “porque el que viene es más grande” que cualquiera. Preparemos el camino como nos invita la Palabra, en plural, todos juntos allanando nuestros senderos, libres de estorbos para que sea transitable el camino de nuestra vida, que sea un lugar donde se pueda pasar. Sin baches, sin basura, sin tarjeas tapadas, con luz durante la noche… Para que en esa mutua búsqueda de ir hacia Jesús y dejar que él llegue a nuestra vida.

Por: Male Bonaga Ruiz, DMVD

Tercera Semana de Adviento

ERES TU EL QUE HA DE VENIR

El adviento nos recuerda que el Señor ya ha venido, pero con la esperanza de que a su regreso llegue para quedarse.

Así como en el evangelio de hoy (Mateo 11, 2-11), Juan el Bautista nos enseña o nos recuerda nuestra misión en la tierra, el de ser cristianos coherentes, pero también nos manifiesta que a pesar de nuestras buenas intenciones; podemos correr el riesgo de que no podamos reconocerlo, entenderlo e incluso aceptarlo, porque así le pasó a Juan Bautista.

“¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?”

El tiempo de adviento, es un periodo especial para revisar nuestros pensamientos e ideas sobre cómo actúa Dios, sobre cómo debemos preparar su camino y recibirlo, afianzando nuestra verdadera fe cristiana. Ya nos ha dicho Jesús; el mesías llega con misericordia sanando, y acogiendo…

Jesús les respondió: “Id y contad a Juan lo que oís y veis: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva; ¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí!”.

Hoy encendemos la tercera vela… una vela especial, una vela rosada, y algunos lo denominan “domingo de gaudete”, es decir “regocíjese”, un domingo de alegría, es un signo de gozo, especial para reconocer la venida del Señor y reconocerlo a Él; inspirada en la Carta que San Pablo envió a los Filipenses: “Estad siempre alegres en el Señor, os lo repito, estad alegres, el Señor está cerca (Fip. 4, 4-5).”; es la cercanía a la Navidad, por eso también es un momento para dejar atrás la desesperanza y entregar esos sufrimientos propios a nuestro Señor Jesucristo quien vive por nosotros y asume nuestras cargas si verdaderamente somos fuertes, dejamos a un lado el temor y se las ofrecemos como verdadera señal de cambio.

Recuérdalo siempre, el Señor viene… eres tú el que ha de venir.

Por: Andrés Camargo Salcedo, DMVD Bogotá (Col)

REFLEXIÓN CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO

CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO

Nos encontramos ya en el cuarto domingo de adviento  y el Evangelio que se nos presenta es el  de San Mateo 1, 18-24, el cual nos relata cómo fue el nacimiento de Jesús, las respuestas de parte de María y  José ante tal acontecimiento.

Una invitación que encontramos para este día es la de seguir abrazando la alegría al saber que cada vez falta menos para el nacimiento de nuestro Señor, cada vez está más cerca de nosotros. Es importante agradecer la grandeza de este acto; Jesús, dejas tu cielo para hacerte uno, más entre nosotros, vienes a iluminar todas nuestras oscuridades, y sobre todo las más profundas, todas nuestras  situaciones de desconsuelo, de dolor, de desesperanza. La promesa de Dios sigue vigente, más que nunca, se hace realidad y la salvación individual, en familia en comunidad está tocando a nuestras puertas.

Hay que meditar en la actitud de los dos personajes principales, José y María, los padres del niño,  él, con los planes para su vida trazados acepta la voluntad de Dios sobre si, y con ello su misión de padre y custodio del niño y de la madre, él, en quien la bondad y la justicia se revelan, no quiere abandonar a María  en público, porque conoce bien las consecuencias de hacerlo así, ya tenía resuelto hacerlo y ella, que conociendo las leyes y tradiciones judías, también esperaba al mesías, el salvador de su pueblo y de su gente, acepta a la voluntad de Dios, confiando plenamente en él.

José entendió que la espera había terminado, que la profecía de Isaías, estaba ya haciéndose realidad: La virgen concebirá y dará a luz a un niño. Lo mismo que el ángel le anuncia en sueños y aunque antes de esto su reacción, aunque fuera de rechazo no fue seria como la de cualquier otro hombre judío en su situación, sin embargo, con los oídos del corazón atentos escucho a Dios por medio del ángel y sin dudarlo acepto la misión.

 Ahora nos toca, como él, creer, confiar y aceptar la voluntad de Dios en nuestra vida, reconocer que quiere nacer en nuestros corazones para traernos la paz,  alegría, esperanza, ilusión, una nueva forma de ver y afrontar las situaciones diarias, todo aquello que nuestro corazón, nuestra familia, nuestro país y nuestro mundo necesitan, no viendo el acontecimiento como un hecho histórico solamente, sino como uno real, que solo los ojos de la fe nos permiten ver y aceptar. José podría haber desechado ese sueño, pero como hombre de fe, hace lo que el ángel le dice, acepta el reto, el cambio, se adhiere al plan de Dios. Hoy vale preguntarnos, ¿cómo aceptas los cambios, las sorpresas inesperadas que te trae la vida, la voluntad de Dios?

Detenernos en la respuestas de José y de María nos lleva a reconocer que lo que Dios necesita para nacer, para que su voluntad sea realidad, son corazones disponibles, corazones sensibles y abiertos a dejarse tocar y transformar, dispuestos a colaborar en esa misión que el Señor nos encomienda para poder llegar a muchos, para poder nacer en los corazones de todos aquellos que nos confía y que tanta falta les hace.

Que hoy podamos continuar experimentando la alegría de saber que el Sol que viene de lo alto está por nacer, que la virgen está a punto de dar a luz a un niño, que somos la razón de su encarnación y que no vamos solos por la vida, sino que él nos acompaña, es él quien nos enseña a vivir todo aquello que no sabemos vivir.

Gracias Jesús por invitarnos a tener un corazón humilde, sencillo, alegre y disponible para acoger, aceptar y amar la voluntad de Dios sobre vosotros.

Por: EVA MARÍA REYNA L. DMVD, MORELIA MICHOACÁN, MÉXICO

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